viernes, 27 de noviembre de 2009

Los ratones no se olvidan


Una mañana como cualquiera Misael despertó abrumado por todo lo que lo rodeaba pero a pesar de ello intentó llevar un “día normal”, se levantó a eso de las 9 de la mañana y las 9:30 ya estaba en la panadería haciendo la fila afuera de la panadería de la esquina de su casa, era un día gris. Luego de tomar desayuno estuvo limpiando el patio y después se fue a reunir con un grupo de amigos cerca de donde ahora está el Coliseo. Aunque muchas veces pasó por su mente revelarse ante la represión del gobierno militar, no lo hizo como una forma de proteger a su familia, sin embargo y a pesar de pensar en todo Misael no se liberó de los abusos de poder de algunos militares.

Fue ese extraño día gris de primavera cuando durante una de las juntas con sus amigos de siempre los apresaron sin mayor motivo… “se prohíben las reuniones” argumentaban los uniformados forzándolos a subir a camiones bruscamente que los condujo varias horas hasta llegar al lugar en el cual pasaron dos días, al parecer, encerrados en un lugar húmedo con varios hombres más y amarrados de manos con los ojos vendando atentos a la guardia de “uno” de voz ronca. Una noche en la que los guardias se descuidaron arrancaron, alguno se quedaron en el camino, Misael no, se escondió entre unos arbustos hasta que se sus perseguidores se cansaron de buscarlos y en un par de horas estuvo de vuelta en su casa donde no lo fueron a buscar nunca más.

Otros no corrieron su misma suerte, simplemente no volvieron más y hasta hoy no se sabe de su destino.

Un tercer grupo lo forman parte aquellos que sí aparecieron, pero muertos. Lo leyó Misael y todos los que tenían acceso al “Mercurio”, fuentes del medio nacional aseguraban que más de cien de los desaparecidos habían muerto, o mejor dicho, se mataron entre ellos mismos, pero… ¿podía ser posible? El diario patriota así lo titulaba: “Exterminados como ratones”.

Días después de su secuestro, cuando aun Misael no superaba el miedo por lo ocurrido, el diario publica aquel chocante ejemplar que le hizo sentirse afortunado pues él pudo ser uno de ellos y obviamente no hubiera leído ese titular.

Pasaron los años y su vida continuó, el miedo fue decayendo, la situación del país cambió, se casó, tuvo hijos, pero Misael nunca olvidó. Su memoria no borró lo vivido esos días de primavera gris, ni el húmedo ambiente de ese lugar que pudo ser el último que visitó, tampoco olvidó el titular… “Exterminados como ratones” y todos sus sentimientos encontrados al leer aquellas líneas, sin embargo hoy todo es diferente, esta más viejo y aparte de sus amigos que nunca regresaron ha perdido a muchos seres queridos en circunstancias similares y sabe que otros cientos de chilenos también sufrieron abusos durante la época militar y otros más murieron.

Misael tiene la cara arrugada ya casi no le queda cabello, pero no olvida.

Vemos el “Diario de Agustín”, un DVD que lo hace emocionarse, siempre llora cuando lo vemos, no entiendo porque, cree en Dios, no le gusta ver televisión porque dice que miente, lee poco el diario, busca libros sobre historia, jugamos en el jardín, nunca grita, le gustan los chocolates y me cuenta historias para dormir como una de un hombre llamado como él, Misael, y yo soy su nieta favorita.

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