jueves, 4 de junio de 2009

La ruta de un pez


El trabajo ha sido desde siempre la forma mediante la cual el hombre satisface sus necesidades básicas, de ascenso y reconocimiento social. En este sentido hay actividades que tienen mayor connotación, ya sea por los estudios que requieren o habilidades necesarias. Así también hay otras labores que son un tanto discriminadas y al contrario de las anteriores, son más bien poco reconocidas y valoradas.

“La gente cree que porque uno tiene olor a pescado está un escalón más abajo y no piensan que uno puede tener más plata que ellos, pero igual los trata con respeto” así describe Roberto Urrutia lo que menos le gusta de su trabajo. Él es un hombre de 36 años de los cuales 9 se ha dedicado a la venta de pescados en su puesto de la feria fluvial, antes fue pescador, pero se aburrió de esa vida tan sacrificada, como el mismo la califica.

A pesar de ser considerado un adulto joven aun, Roberto ya tiene experiencias de una vida entera, terminó sus estudios segundarios e incluso ingresó a la universidad, pero por rebeldía prefirió la vida en el mar. Ahora vive en el sector de las Ánimas con su familia y trabaja todos los días, de lunes a jueves desde las 8 a las 14 hrs. y de viernes a domingo desde las 6 de la mañana a las 16hrs. Aproximadamente.

Tesoro del mar
Roberto compra los productos del mar a pescadores y los re-vende en el puesto número 9 de la feria junto al puesto que arriendan sus padres, es por eso que afirma que, “la cantidad de mercadería que compramos tiene que ver con el capital que tenemos en conjunto, mi familia trabaja con cantidades grandes, entre 300 a 400 unidades de cada variedad. Otros en cambio vienen aquí a ganarse la plata para el día, 3mil o 4mil pesos les quedan después de descontar todos los gastos y eso es porque tienen poco capital para mercadería y aquí todo depende de eso”.

Además del puesto Roberto tiene 2 restaurantes donde va a dejar la mercadería que le puede sobrar en un día de venta, otras veces hace como sus colegas que no tienen restaurante y paga a una empresa pesquera para que le guarde la mercadería en cámaras de frío. Cuando hay poca mercadería por el mal tiempo no puede ir a trabajar, pero el permiso municipal y el arriendo del puesto se paga mensualmente, por días trabajados y no.

Entonces, ¿existe una época buena? “No totalmente, en el verano todos los días hay mercadería y por los turistas casi nunca sobra, pero sanidad anda molestando por las condiciones en las que uno mantiene la mercadería, hay que tenerla con hielo todo el tiempo y en eso se gasta también. En invierno sanidad no viene tanto, pero las condiciones de trabajo son difíciles por el frío y hay días que por el mal tiempo no llega mercadería”.


¿Lo ideal seria entonces que hubiera mercadería todos los días, que no sobrará y tener mejor infraestructura en la feria? “Si, pero hay cosas que uno no controla, con el tiempo nunca se sabe y lo otro tendría q venir de la Muni y ahí si que no hay posibilidad, esos vienen a cobrar no mas, no les importa como uno trabaje”.

“Yo cambiaría los puestos, los haría más cerrados y con congelación para el verano, sacaría todos los autos de los locatarios y los que tienen barco de los estacionamientos que están al frente, para que la gente que viene se pueda estacionar y así venderíamos más, le daríamos una mejor atención a la gente, podríamos estar mejor trabajando y todos felices, pero los de la Muni pasan una pintadita y creen que con eso esta bien”.

La necesidad de una mejor calidad de trabajo es evidente, pero queda claro también que no todos los arrendatarios tienen las mismas condiciones para negociar con la autoridad municipal, es por eso que llegar a soluciones para todos es difícil, menos si la Municipalidad no se hace presente.

A pesar de los problemas que debe enfrentar, a Roberto le gusta su trabajo, porque le permite tener contacto con muchas personas a diario y se ha hecho de buenos clientes. “La clientela prefiere los productos de uno por la frescura de la mercadería y la limpieza que se le hace. Prefiero botar una mercadería mala y darte una buena porque así el cliente vuelve y no pierde el viaje porque yo sé que a esa persona también le cuesta comprar sus cosas”. Esa es su clave en las ventas.

Que se corte la caña
Las buenas ventas y el capital lo ha llevado, junto a sus padres, a tener un mini monopolio dentro de los vendedores de la feria, lo que le permite tener a todos sus hijos estudiando y aunque no entrega mayores características de ellos, cuando le preguntó si a alguno le gusta venir a trabajar con él, es enfático en decir que, “ellos nos vienen para acá, no tienen a que venir, para eso se les esta dando educación”.

Roberto no quiere que sus hijos pasen por lo que él ha pasado, puesto que aunque parece tener una buena vida, sin grandes preocupaciones, lo que más parece afectarle es la poca valoración y respeto que recibe su trabajo a ojos de otros.


En su puesto da trabajo a un hombre para que lo ayude en las ventas, al cual le paga en relación a las ventas que logren durante el día, “Yo tengo un secretario que me ayuda, los días de semana le pago entre 6 a 7 mil pesos y los fines de semana 10 mil pesos, pero además le doy el almuerzo y cuando hay que hacer otras cosas le pagó por las horas extras, eso sí, sin imposiciones”.

Reconoce que le costó entrar a alguien que tomara con seriedad el trabajo porque según el mismo relata, “Algunos creen que porque este no es un trabajo profesional no es serio y es por eso que a veces quieren llegar a la hora que sea y así no es la cosa, hay que tener horarios”.

Fuera del agua
Después que termina la hora de trabajo, Roberto se queda con sus compañeros compartiendo un vino, que según ellos es para el frío, pero quizás sin querer, es la instancia que les permite conversar de aquellos temas que no se tocan durante las horas de trabajos.

La política es uno de esos temas, frente a mi y sus compañeros, Roberto comenta acerca del tema, “Yo estoy inscrito en los registros electorales y soy rojo, pero no participo del partido hace años, creo que la política está sucia y eso llevará a una revolución del pueblo”.


En este sentido las próximas elecciones no le preocupan mucho, cree que debería ser elegido Frei, ya que por lo menos ya ha sido presidente, pero en ningún caso quiere que Ominami sea candidato, ya que piensa que es muy joven para el cargo, aun cuando sólo tiene un año menos que él.


En cuanto a la religión, Roberto plantea que es un hombre católico porque sus padres lo son, pero no asiste regularmente a la iglesia. “Creo en un ser superior soy católico de corazón, voy a funerales, matrimonios y bautizos cuando hay que ir”, son sus palabras a la hora de hablar de religión.

Al vendedor estrella, le parece “una chanchada” lo que sucede con la colusión de las farmacias en nuestro país, cree que es una burla para la gente trabajadora. Sin embargo cuando hago la consulta de los precios de la mercadería que vende confiesa que entre todos los locatarios fijan los precios de venta de cada producto en relación al costo que a ellos les implica más un valor agregado. ¿“No será eso también “una chanchada”?

Un mamífero ataca
Un tema que si interesa al vendedor de productos del mar es la contaminación de aguas que ha provocado la implantación de la planta celulosa en la región y aunque se siente bastante descontento al respecto, es realista, según él y sabe que no puede hacer mucho cuando la situación se mueve entre tanto poder y plata. “que le va a importar a ellos que uno no tenga que vender” dice Roberto.

Sin duda el impacto que produce la cantidad de químicos de una celulosa afecta a todo un ecosistema, pero no sólo es en ese sentido que hacemos daño. Lo peor es el trato que algunas personas dan a otras sólo por la actividad que realiza, “A muchas personas les falta valorar el puesto de trabajo de uno porque creen que donde trabajan en la calle pueden llegar y tirarle basura. Cuando uno les sirve mariscos para que los prueben y se vayan contentos, llegan y botan al suelo la concha, como que fuera un basural”.

En el caso de Roberto su trabajo, no le entrega ascenso social ni tampoco le otorga gran reconocimiento, pero le da una vida tranquila y feliz dentro del contexto que lo rodea y mientras sigan llegando mariscos y pescados estará bien, aun cuando tenga que soportar el “mal olor” de la gente que lo discrimina.


Ana María Aceitón